Acerca de “Deseo bajo los olmos”

De Eugene O’Neill

Adaptación de Giovanna Pollarolo

Dirección: Marisol Palacios / Asistencia de dirección: Ronnie Farfán

Centro Cultural Británico

Afiche "Deseo bajo los olmos"
Afiche «Deseo bajo los olmos»

Interesante iniciativa del Teatro Británico es la de traer a escena “Deseo bajo los olmos”, obra de quien es considerado el iniciador de la línea realista en el teatro norteamericano, Eugene O’Neill, en cuyo texto se detecta un hálito de obsesión y fatalidad desde el inicio; pero que, sin embargo, no arriba a mejor puerto debido a la pobreza de las interpretaciones que el elenco nos ofrece. Se trata de una tragedia en la que los personajes se debaten permanentemente entre el deber y el hacer; entre qué acciones ejecutar y en la que se ven a la vez conflictuados por su propia humanidad y por su desborde pasional. El espectador comprende así que estos se guían por sus impulsos, pero a la vez se pueden condenar sus excesos ya que no miden las consecuencias de sus actos. A través de un lenguaje potente pero simple “Deseo bajo los olmos” trata acerca de la fuerza de la naturaleza; pero también de la opresión y del anhelo de posesión como una fuerza totalitaria que ejerce dominio sobre los hombres, y de cómo el deseo y la concreción de este puede llevar a consecuencias trágicas.

"Deseo bajo los olmos"
«Deseo bajo los olmos»

La trama aborda el retrato de la sencilla vida de Eprahim Cabot (Alberto Herrera, solvente en su papel, del que destacamos el tono bíblico de su discurso en conjugación con lo mundano de sus acciones: vemos que los personajes se debaten, indirectamente, entre sus propias contradicciones), hombre mayor y dueño de la granja en la que las acciones transcurren y que además es su posesión más preciada; vive con sus tres hijos, los dos mayores producto de su primer matrimonio, Peter y Simon (Emilram Cossio y Alberick García, respectivamente, adecuados en sus roles); y con el menor, producto de su segundo matrimonio, Eben (Omar García), marcado por la muerte de su madre, según él por el excesivo trabajo al que su padre la sometió en la granja, que además le pertenecía legítimamente. Llega a sus vidas la sensual Abbie (Tatiana Astengo) al casarse con el patriarca, en un claro intento por heredar las posesiones del viejo, de ahí surge el conflicto con el hijo menor, que se ve complejizado con la fuerte atracción entre ambos.

Tatiana Astengo (Abbie) y Omar García (Eben).
Tatiana Astengo (Abbie) y Omar García (Eben).

El texto para esta puesta en escena ha sido reducido y se ha manejado un ritmo diferente, que de algún modo hace menos tediosa la hora y media que dura el montaje, que difícilmente cubre las espectativas que ante un texto de O’Neill se tiene. Tatiana Astengo -la protagonista, en un rol que explota su sensualidad, que desata el deseo y la pasión en Eben- afirma que “hacía varios años que no tenía la oportunidad de hacer teatro”. Y esto en “Deseo bajo los olmos”, se nota. En escena la vemos ejecutar el rol de a una sensual Abbie, que permanentemente exagera en sus acciones, llegando a una sobreactuación incluso risible, lo cual obviamente le resta total potencia al dramatismo de escenas cumbre. Mención aparte merece lo que consideramos un error de dirección: el innecesario y poco elegante desnudo que la actriz desarrolla en escena -que dura varios minutos- pues que no aporta nada a la puesta -salvo morbo, quizá- y transforma una escena cuya complejidad y dicotomía madre/amante pudo ser explotada con belleza, en un puro acto de exhibicionismo. Por otro lado, si bien el trabajo de Omar García se desarrolla en gran medida de modo fluido, es necesario mencionar un problema de dicción que no es la primera vez que notamos (ya lo habíamos apreciado en Libertinos). Lo que sí sorprende en medio de este montaje es la trabajada escenografía: la casa enmarcada bajo los olmos, que se transforma de acuerdo a si las acciones se desarrollaban fuera o dentro de ella; empero, incluso esto podría llegar a ser por momentos algo confuso; aún así, destacamos el diseño de Luis León y el equipo que trabajó en la realización de esta. Por otro lado, la música – específicamente en las escenas en que intentó enfatizar momentos tensos, dramáticos- habría sido un complemento preciso si se hubiera trabajado en un correcto desarrollo de la tensión y el desborde pasional, que en “Deseo bajo los olmos” bajo la dirección de Palacios parece ser solo sobreactuación.

Esta obra no pasa de ser un interesante montaje, una buena iniciativa cultural, que de algún modo puede servir para despertar interés en la obra de O’Neill en quienes aún no la conocen, pero que sin embargo, no llega a colmar las más mínimas expectativas con respecto de un texto de tal potencia.