Dirección: David Carrillo
Centro Cultural de la Universidad de Lima
El ser de Emilio, protagonista de la obra, es intempestivo: fuera de lugar, impertinente, inconveniente al ritmo “natural” de la sociedad. Esta, guiada por la búsqueda del éxito y del reconocimiento, no deja espacio para existencias como la del protagonista del Hombre intempestivo. La obra, escrita por Carlos González Villanueva y ganadora de la segunda edición del concurso de dramaturgia de la Universidad de Lima, incide en un universo que, creemos, ya es propio de la poética del autor: la búsqueda de formas de sobrevivir en una sociedad enajenante, que solo avala una forma de ser feliz, de ser “importante” y de encajar. Ya lo planteó González en Deshuesadero y en Oda a la luna. En El hombre intempestivo, el autor vuelve sobre estos tópicos para presentar a Emilio, un dramaturgo que un día es testigo del suicidio de un hombre. Este suceso desata su desconcierto y constituye la gota que “derrama el vaso” de su quiebre existencial, el cual es puesto en escena.
Entonces, en El hombre intempestivo, somos testigos de cómo los límites entre realidad, sueño y ficción se transgreden para transmitir ese quiebre en la existencia de Emilio. Esto, consideramos, resulta elocuente para la propuesta escénica. De este modo, encontramos cinco espacios diferenciados en el escenario. El diseño escenográfico, a cargo de Marijú Nuñez, resulta pertinente al respecto: en el nivel superior, se observan dos espacios ubicados en un nivel paralelo: la sala de la casa de Emilio, que comparte con su esposa (Alejandra Saba), y que se configura como el espacio de la realidad; y la oficina del organismo estatal, inclinada “hacia adelante” (como a punto ser vaciada, casi a punto de expulsar “hacia afuera” a quienes están ahí), lugar en el que trabajaba el suicida y desde donde se lanzó. A medida de que la obra avanza, la ficción entra en la realidad, de modo que se establece un continuum que marca la existencia del hombre intempestivo.
Los otros tres espacios están en el nivel inferior del escenario. Ahí, la división espacial no es tan diferenciada como en el nivel superior, sino que está marcada por la iluminación que cumple un rol esencial en la propuesta, en tanto delimita espacios y permite concretar el sentido. Se distinguen, entonces, el espacio del psicoanalista, el espacio del sueño y el espacio público (la banca del parque). El espacio del psicoanalista (rol que interpreta Augusto Mazzarelli), que pretende ser un espacio de cura, permanece a oscuras y es visible solo en los momentos en los que Emilio se entrevista con el analista. El espacio del sueño ocupa la parte central del escenario y es ahí en donde vemos ¿los recuerdos? ¿los inventos? que surgen de la mente del protagonista. En el espacio público veremos una escena cargada de humor negro en la que Emilio II (Pedro Cáceres) es interpelado por un policía que lo acusa de perturbar el orden público por estar leyendo. Esta escena, desde nuestra perspectiva, retrata la perspectiva crítica de lo público y de lo social que castra cualquier actitud social que escapa de lo “socialmente aceptable”. Estamos, nuevamente, frente a la puesta en escena del interior del dramaturgo, que rechaza la norma convencional y que, en su forma peculiar de existencia, sabotea todo lo “normal” que puede haber en su vida, como su relación con su esposa.
La historia, pese a su oscuridad, es contada con tonos de humor. De ese modo, David Carrillo logra iluminar la perspectiva existencial de Emilio. Logra esto acompañado de un elenco versátil, quienes consiguen en momentos clave personificar una burla del rol social que representan, ya sea un burócrata, un abogado, una maestra, etc. Este elenco está conformado por Claret Quea, Alejandra Saba, Claudio Calmet, Augusto Mazzarelli, Pedro Cáceres y Giovanni Arce, en el rol de Emilio I.
En El hombre intempestivo, Emilio no mide su obsesión con el suicidio que presenció, ni con las consecuencias del comportamiento que adquiere después del suceso. La caída del cuerpo del suicida, así, metaforiza la propia caída del protagonista quien, en su dilema de ser “interesante” vs. ser “importante” va convirtiendo su oficio mismo en una enfermedad. Carrillo acierta al encausar el tono cómico de la propuesta y al mostrarnos los desdoblamientos de los múltiples «Emilios» en su intento de “vivir varias vidas”. En El hombre intempestivo se logra matizar esa visión crítica de la sociedad mediante el humor que nos obliga a mirar con afecto al personaje, y ya no con horror.
Información sobre la obra en la web del Centro Cultural ULima: http://www.ulima.edu.pe/ulima/agenda/teatro-el-hombre-intempestivo